Hace siete años, el 28 de noviembre de 2016, el mundo del fútbol fue testigo de una tragedia que aún resuena en nuestros corazones. El vuelo 2933 de LaMía llevaba al club brasileño Chapecoense hacia Medellín para disputar la final de la Copa Sudamericana. Sin embargo, ese viaje se transformó en una noche oscura que enlutó al deporte.
El reloj marcaba entre las 9:35 y 9:45 de la noche cuando el avión, tras presentar una falla eléctrica y quedarse sin combustible, se estrelló en el Cerro Chapecoense, cerca del aeropuerto José María Córdova en Rionegro. De las 77 personas a bordo, solo seis sobrevivieron a la tragedia que dejó 71 almas perdidas.
La noticia conmovió al mundo, pero también despertó una ola de solidaridad que se extendió por todos los rincones del planeta. El día que estaba destinado a ser la final de la Copa Sudamericana, Atlético Nacional rindió un emotivo homenaje en el estadio Atanasio Girardot y, en un gesto conmovedor, declaró a Chapecoense como el campeón simbólico de la Copa Sudamericana 2016.
Siete años después, el recuerdo de esa noche sigue vivo. Chapecoense, resurgiendo de las cenizas, demuestra una resiliencia admirable. Aunque actualmente compite en la segunda división del fútbol brasileño y se encuentra cerca de la zona de descenso, su espíritu indomable es un testimonio de cómo el deporte puede superar incluso las adversidades más desgarradoras.
Recordamos la tragedia no solo por la pérdida, sino por la fuerza que surgió después. Chapecoense se convirtió en un símbolo de resiliencia y solidaridad, recordándonos que el fútbol, más allá de las victorias y derrotas, es un lazo que une corazones en momentos de dolor. En este séptimo aniversario, rendimos homenaje a los que se fueron y celebramos la fuerza del espíritu Chapecoense que persiste, recordándonos que el verdadero legado va más allá de un resultado en el campo de juego.