Nueve años han pasado desde que el genio detrás del Chavo del Ocho y el Chapulín Colorado, Roberto Gómez Bolaños, nos dejó. El 28 de noviembre de 2014, Cancún se volvió testigo de su último suspiro a los 85 años, y el mundo perdió a Chespirito.
Ingeniero de formación, su destino lo llevó de las ecuaciones a las letras, donde un director, impresionado por su ambición, lo bautizó como Chespirito. Así nació un apodo que se convirtió en un sinónimo de risas y amor.
En 1970, la televisión le brindó espacio para su magia semanal. Personajes como el Doctor Chapatín y el Chómpiras, así como el entrañable Chavo del Ocho, llenaron nuestras pantallas y corazones de alegría. El Chapulín Colorado, ese héroe torpe pero valiente, también emergió para enseñarnos que la valentía no siempre llega con capa.
Florinda Meza compartió la noticia de su partida, sumiendo al mundo en la tristeza. Calles llenas de admiradores recreando sus personajes, y el estadio Azteca albergando un homenaje majestuoso, recordaron que su legado no es solo risas, sino un abrazo en medio de la nostalgia.
Nueve años después, su risa ya no llena la pantalla, pero vive en cada “fue sin querer queriendo” que pronunciamos. Gracias, Chespirito, por regalarnos risas que trascienden el tiempo y nos abrazan en la añoranza. Tu legado perdura, y en cada sonrisa, tú vives nuevamente.
Muy buena crónica, Gracias por compartir